El pasado 30 de diciembre falleció a los 104 años, Luise Rainer, la actriz más comprometida con la causa republicana en Hollywood.
Austriaca de nacimiento según algunas fuentes, según otras, alemana, el caso es que Luise cumplía 104 años y su nombre está ligado a la conciencia del Hollywood más “liberal” en un sentido de la palabra opuesto al que le ha dado el neoliberalismo, en bajo el cual hasta personajes tan monstruosos como los Bush o el ex vicepresidente Chesney, el apólogo de la tortura “patriótica”, por no hablar de “nuestra” Esperanza Aguirre, pueden ensuciarlo hasta extremos inconcebibles.
Nacida en Düsseldorf el 12 de enero de 1910, emigrada como parte de una familia judía, emigró a California en 1935 frente a la amenaza nazi. Su primer título en la llamada "Meca del Cine", fue "Escapade" (1935), comedia co-protagonizada por William Powell, luego llegaron varios títulos ignotos como La ciudad de acero (junto a Spencer Tracy), Mademoiselle, El gran valsyEscuela dramática, todos enmarcados en los años treinta.
Pero su mayor prestigio le llegaría con dos interpretaciones premiadas con el Oscar que mereció como lo merecieron muchas veces otras grandes actrices. El primero fue en 1937 por El gran Ziegfeld (The Great Ziegfeld), obra de Robert Z. Leonard, un artesano que consiguió en el género musical sus mejores títulos y que consiguió tres oscar incluyendo el de la mejor película; el segundo fue al año siguiente con La buenatierra (The Good Earth), una celebrada adaptación de la obra más conocida de Pearl S. Buck (1892-1973), que justamente ganó el primer Nobel femenino norteamericano el año siguiente. Curiosamente, Luise se lo arrebató a Greta Garbo que era la favorita por el célebre melodrama La dama de las camelias, un papel que ella había rechazado.
Esta película escrita por Talbot Jennings, Tess Slesinger y Claudine West, con una magnífica fotografía del maestro Karl Freund y dirigida por el veterano (y no menos olvidado Sydney Franklin, pero muy reconocido por sus adaptaciones de obras literarias) , fue mítica por muchas razones. Fue una obra de un gran prestigio literario y cultural (gracias a la audacia de su productor, el herético Irving Talberg) que contribuyó poderosamente a dar a conocer a una escritora que contribuyó desde su perspectiva, al acercamiento entre China y Occidente; fue la primera de una suerte de subgénero fílmico al que hay que sumar otras adaptaciones del mismo tipo, a veces enclave solidaria con la lucha del pueblo chino contra la ocupación japonesa, otras abiertamente anticomunistas…Sigue los vaivenes de una familia campesina que oscila entre la pobreza más extrema y la riqueza según los ciclos de la “buena tierra” que cultivan, momentos como el de la plaga de langosta se hicieron célebres. Pero la parte más destacada radica en las interpretaciones de Paul Muni (Scarface, Juárez) y Luise Rainer, por más que actualmente sus caracterizaciones parezcan muy made in Hollywood, ambos están sublimes y ofrecen verdad y convicción a una historia lejana que nos acaba resultando cercana.
Insatisfecha también con la escena, intentó un regreso a la gran pantalla en 1943 para protagonizar junto a William Bendix la mediocre película bélica "Hostages" (1943), dirigida por el “black liste” Frank Tuttle. Esta fue su última aparición en el cine antes de una vuelta en los años 50 en una cinta germana, "Der Erste Kub" (1954) y, muchos años después, una participación en "The Gambler" (1997), una vulgar adaptación de "El Jugador" de Dostoievski, un autor que nunca tuvo suerte en el cine.
Los reconocimientos le alentaron a encararse con el mismísimo a Louis B. Mayer, al que le dijo que ya no estaba dispuesta a encasillarse en los papeles que le había asignado el rígido contrato que le había impuesto MGM. Como el célebre productor respondió que no estaba dispuesto a rebajar sus exigencias, ella decidió tomar distancia del mundo que la había encumbrado a la condición de estrella. "No quería ser sólo una herramienta más dentro de una gran fábrica. Decidí huir", dijo muchos años después, sin arrepentirse de su decisión de escapar de Hollywood y mudarse a Broadway para dedicarse desde allí mayormente al teatro.
En este tiempo estuvo casada con Clifford Odets, más tarde acusado de comunista por el Comité de Actividades Antiamericanas ante la que claudicó, lo que no desdice sus compromisos anteriores (en especial contra la dictadura de Machado en Cuba). Ni decir tiene, la Rainer repudió la Inquisición macarthista con la que el Gran Dinero que gobierna Estado Unidos se reafirmó en su esquema de partido único dividido en dos facciones, la republicana y la demócrata. .
Su filmografía no dio mucho más de sí, aunque lástima que cuando Fellini le ofreció un papel escrito expresamente para ella en La dolce vita, Luise no aceptó. Regresó al teatro donde desde muy jovencita se inscribió en la célebre compañía de Max Reinhardt, que también recabó en el exilio. Al decir de Thomas Mann, “Luise Rainer en un escenario es pura poesía”. Su nombre es citado ampliamente en la producción catalana Hollywood contra Franco, un documental realizado por Oriol Porta y escrito por Llorenç Soler e Isabel Andrés, que aborda el tema en plan reportaje de investigación, de manera amena y didáctica. Aunque estrenada en el 2009, la película ha sido emitida hace poco por el Canal 33 y resulta asequible en su edición en DVD.
Luego hay otra Luise Rainer, la artista comprometida, primero contra el nazismo, pero más especialmente con la causa republicana. Según el testimonio de Lilian Hellman “sin duda alguna fue Luise Rainer la que más hizo por la España leal”. Su nombre aparece en toda clase de actividades incluyendo Tierra de España (The Spanish Earth) el celebrado film de Joris Ivens que se ofrece un visión de la causa republicana en la que el esfuerzo militar aparece acompañado por la voluntad colectivizadora de los campesinos. Luise prosiguió su compromiso antifascista durante la II Guerra Mundial.
Durante décadas, el franquismo prohibió la sola mención de su nombre, y ella respondió con su mejor desprecio de manera que en 1986, cuando con ocasión del 50 aniversario del inicio de la lucha contra los militares fascistas, fue invitada por el Festival de San Sebastián, se negó a seguir hospedada en el hotel en el que lo había hecho el Caudillo.
Creo que no se le podía pedir más información y exigencia cuando en 1982 prestó su prestigio para ofrecer el Oscar a la “Mejor Película en Lengua Extranjera” a Volver a comenzar, del impresentable y acomodaticio José Luís Garci, pero esta es ya otra historia.
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