Partido Obrero, Argentina. 13 de marzo de 2017 | Por Kevin Murphy
Con este ensayo, iniciamos la publicación de la versión castellana de la serie de artículos sobre la revolución rusa que está siendo publicada por Jacobin Magazine
Con este ensayo sobre la revolución de febrero de 1917, escrito por el historiador de la Universidad de Boston Kevin Murphy (autor de Revolution and Counterrevolution: Class Struggle in a Moscow Metal Factory, Berghahn Books, 2005), iniciamos la publicación de la versión castellana de la serie de artículos sobre la revolución rusa que está siendo publicada por Jacobin Magazine (https://www.jacobinmag.com/). Dicha serie incluirá ensayos escritos por algunos de los mejores especialistas en el tema a nivel mundial, tales como Ronald Suny sobre La comuna de Bakú, Alexander Rabinowitch sobre su libro “The Bolsheviks come to Power”, entre otros. Buena Lectura.
Que la huelga más importante de la historia mundial haya comenzado con las trabajadoras textiles en Petrogrado el Día Internacional de la Mujer de 1917 (23 de febrero en el viejo calendario juliano) no fue una coincidencia. Trabajando hasta trece horas por día mientras sus maridos e hijos estaban en el frente, esas mujeres tenían que mantener solas a sus familias y esperaban por horas en colas con fríos bajo cero esperando conseguir pan. Como Tsuyoshi Hasegawa menciona en su investigación decisiva de la Revolución de febrero, “No fue necesaria propaganda alguna para incitar a esas mujeres a la acción.”
La profunda crisis social rusa hundía sus raíces en el fracaso del régimen zarista en implementar cualquier reforma significativa y en el abismo económico entre los ricos y el resto de la sociedad rusa. Rusia estaba gobernada por un autócrata, el Zar Nicolás II, quien en repetidas ocasiones disolvió la Duma, un cuerpo electivo sin poder que legalmente estaba dominado por los miembros de las clases propietarias.
En vísperas de la guerra, la actividad huelguística se acercó a los niveles alcanzados en la Revolución de 1905 y los trabajadores levantaron barricadas en las calles de la capital. La guerra dio al zarismo un alivio temporario, pero las crecientes derrotas militares y unas siete millones de bajas despertaron inesperadas acusaciones de corrupción del régimen provenientes de prácticamente todos los sectores de la sociedad. Tan profunda era la putrefacción, que el futuro primer ministro, Príncipe Lvov, dirigió una conspiración – aunque sin intervenir personalmente – para deportar al Zar y encerrar a la Zarina en un monasterio. Rasputín, un monje charlatán que había ganado enorme influencia en la corte del zar, fue asesinado, no por anarquistas sino por monárquicos, en diciembre de 1916.
En la izquierda, los Bolcheviques eran la fuerza dominante en un ámbito más amplio de revolucionarios, que dirigieron la mayor oleada de huelgas de la historia mundial (los segmentos pro-guerra de los socialistas moderados frecuentemente evitaron las huelgas).
Por años habían estado combatiendo el zarismo. Treinta huelgas políticas tuvieron lugar en la media década que siguió a la matanza de las minas de oro del río Lena en 1912, en la cual murieron 270 trabajadores. Los revolucionarios habían desafiado una tras otra las oleadas de arrestos de la policía secreta del zar (la Ojrana). El recuento de los revolucionarios arrestados en 1915 y 1916 evidencia la fuerza relativa de las distintas agrupaciones de izquierda en Petrogrado: 743 Bolcheviques, 553 no partidarios, 98 Socialistas Revolucionarios (SR), 79 Mencheviques, 51 Mezhraionsty (de la organización Inter-Distritos), 39 anarquistas. Con unos seiscientos bolcheviques en las fábricas metalúrgicas, metal-mecánicas y textiles, el distrito de Vyborg fue por mucho el más militante durante la guerra.
El 9 de enero de 1917, en el decimosegundo aniversario de la masacre del Domingo Sangriento que dio inicio a la Revolución de 1905, 142.000 trabajadores pararon. Cuando la Duma abrió sus sesiones el 14 de febrero, otros 84.000 trabajadores marcharon, en una acción liderada por los Mencheviques pro-guerra.
La creciente escasez de comida hizo que el gobierno requisara granos en el campo. Mientras las panaderías de Petrogrado cerraban y los suministros se reducían a reservas para unas pocas semanas, las autoridades zaristas exacerbaron la crisis al afirmar que no había escasez. La Ojrana reportó numerosos enfrentamientos entre la policía y trabajadoras en las colas para el pan de Petrogrado. Las madres “que ven a sus hijos hambrientos y enfermos están mucho más cerca de la revolución que los señores Miliukov, Rodichev y compañía, y por supuesto son mucho más peligrosas.”
El 22 de febrero, el bolchevique Kaiurov se dirigió a una asamblea de mujeres de Vyborg, exhortándolas a no parar en el Día Internacional de la Mujer y a seguir “las instrucciones del partido”. Para su disgusto –más tarde escribiría que estaba “indignado” porque las mujeres bolcheviques ignoraron las directivas del partido – cinco fábricas textiles pararon la mañana siguiente.
Las líderes de la huelga en las fábricas de hilados Neva gritaron, “¡A las calles! ¡Paren! ¡Ya tuvimos suficiente!” Abrieron las puertas y guiaron a cientos de mujeres a las fábricas metalúrgicas cercanas. Arrojando bolas de nieve a las ventanas de la fábrica metalúrgica Nobel, las multitudes de mujeres convencieron a los trabajadores a unírseles, agitando sus brazos y gritando, “¡Salgan! ¡Dejen de trabajar! ” Las mujeres también marcharon a la fábrica Erikson, donde Kaiurov y otros bolcheviques se reunieron brevemente con los Socialistas Revolucionaros y Mencheviques de la fábrica y unánimemente decidieron convencer a los otros trabajadores a unírseles.
La policía reportó multitudes de mujeres y jóvenes trabajadores demandando “pan” y cantando canciones revolucionarias. Las mujeres tomaron los estandartes rojos de los hombres durante la marcha, diciendo: “Es nuestro día. Nosotras llevaremos los estandartes”. En el puente Liteinyi, a pesar de los reiterados embates de los manifestantes, la policía les impidió llegar al centro de la ciudad. Entrada la tarde, cientos de trabajadores cruzaron el hielo y fueron atacados por la policía. En el centro “un millar, predominantemente mujeres y jóvenes” alcanzaron la avenida Nevsky, pero fueron dispersados. La Ojrana reportó que las manifestaciones eran tan militantes que fue “necesario reforzar los destacamentos de la policía en todos lados.”
Sesenta mil de los 78.000 huelguistas eran del distrito Vyborg. Aunque levantaron slogans contra la guerra y contra el zarismo, la demanda más importante era por pan. Sin dudas, las autoridades zaristas consideraban esto sólo otro disturbio por el pan, aunque estaban alarmados por las vacilaciones de sus confiables tropas cosacas en atacar a los manifestantes. Esa noche, los bolcheviques de Vyborg se reunieron y votaron para organizar una huelga general de tres días con marchas hacia la avenida Nevsky.
Al día siguiente, el movimiento huelguístico se duplicó hasta alcanzar 158.000 participantes, transformándose en la mayor huelga política de la guerra. Setenta y cinco mil trabajadores de Vyborg pararon, como también lo hicieron unos veinte mil en cada uno de los distritos de Petrogradsky, la Isla Vasílievski y Moskovsky, y más de nueve mil en el distrito de Narvsky. Los jóvenes obreros lideraron la lucha en las calles, combatiendo a la policía y a las tropas en los puentes y luchando por el control de la avenida Nevsky en el centro de la ciudad.
En la fábrica Aviaz, Mencheviques y portavoces de los Socialistas Revolucionarios llamaron a derribar al gobierno, suplicando a los trabajadores que no participaran en actos irresponsables e instándolos a marchar al Palacio Táuride, donde miembros de la Duma desesperadamente trataron de persuadir al zarismo de que hiciera concesiones. Los bolcheviques en la fábrica Erikson imploraron a los trabajadores que marcharan a la plaza Kazan y que se armaran con cuchillos, herramientas y demás implementos para las inminentes batallas con la policía.
Una multitud de 40.000 manifestantes lucharon con la policía y con los soldados en el puente Liteinyi, pero fueron nuevamente rechazados. 2.500 trabajadores de la fábrica Erikson fueron confrontados por cosacos en la avenida Sampsonievsky. Los oficiales cargaron contra la multitud, pero los cosacos siguieron cautelosamente por el corredor abierto por los oficiales. “Algunos de ellos sonreían” recuerda Kaiurov, “y uno de ellos guiñó a los trabajadores” En muchos lugares las mujeres tomaron la iniciativa: “Tenemos maridos, padres y hermanos en el frente… ustedes también tienen madres, viudas, hermanas, niños. Estamos demandando pan y el fin de la guerra.”
Los manifestantes no intentaron fraternizar con la odiada policía. Jóvenes detuvieron tranvías, cantando canciones revolucionarias y tirando hielo y bulones a la policía. Luego de que varios miles de trabajadores cruzaran el hielo, furiosas batallas estallaron entre los manifestantes y la policía por el control de la avenida Nevsky. Mientras tanto, los trabajadores lograron organizar reuniones en los sitios revolucionarios tradicionales de la plaza de Kazan y en la famosa estatua de “hipopótamo” de Alejandro III en la plaza Znamenskaya. Las demandas se tornaron más políticas ya que los oradores no solo pedían pan, sino que también denunciaban la guerra y la autocracia.
El 25, la huelga se hizo general, con más de 240.000 trabajadores fabriles a los que se sumaron oficinistas, maestros, mozos y camareras, estudiantes universitarios e incluso estudiantes secundarios. Los taxistas juraron que sólo llevarían a los “líderes” de la revuelta.
Nuevamente, los trabajadores comenzaron a celebrar asambleas en sus fábricas. En una bulliciosa reunión en la fábrica Parvianen de Vyborg, oradores Bolcheviques, Mencheviques y de los Socialistas Revolucionarios exhortaron a los trabajadores a marchar a la avenida Nevsky. Un orador concluyó con la frase revolucionaria: “¡Fuera del camino, mundo obsoleto, podrido de arriba abajo. La Joven Rusia está marchando!”
Los manifestantes protagonizaron diecisiete enfrentamientos violentos con la policía, y soldados y trabajadores lograron liberar a camaradas detenidos por la policía. Los rebeldes lograron imponerse, derrotando a las fuerzas zaristas en muchos puentes o cruzando el hielo hacia el centro. Tomando el control de la avenida Nevsky, los manifestantes se reunieron nuevamente en la plaza Znamenskaya. La policía y los cosacos fustigaron a la multitud, pero cuando el jefe de policía cargó contra los manifestantes fue abatido – por un sable cosaco. Las mujeres trabajadoras jugaron nuevamente un papel crucial: “Bajen sus bayonetas,” les pedían. “Únansenos.”
Por la tarde, el lado del Vyborg era controlado por los rebeldes. Los manifestantes habían asaltado la estación de policía, capturado revólveres y sables de los centinelas zaristas y forzando a la policía ya los gendarmes a huir.
La rebelión empujó al zar Nicolás II al límite. “Ordeno que los desórdenes en la capital cesen mañana”, proclamó, y ordenó al comandante Khabalov de la guarnición de Petrogrado que dispersara a la multitud con armas de fuego. Khabalov era escéptico (“¿Cómo podían ser detenidos al día siguiente?”), pero aceptó la orden. En el ayuntamiento, el ministro del interior, Protopopov, alentó a los defensores de la autocracia a poner fin a los desórdenes: “Recen y tengan esperanzas en la victoria,” dijo. Temprano, al día siguiente, fueron colgadas proclamas prohibiendo manifestaciones y advirtiendo que el edicto sería hecho cumplir por las armas.
Temprano, el domingo 26, la policía arrestó el núcleo del Comité Bolchevique de Petersburgo y a otros socialistas. Las fábricas fueron cerradas, los puentes levantados y el centro de la ciudad fue transformado en un campamento armado. Khabalov telegrafió al cuartel central que “hay tranquilidad en la ciudad desde la mañana”. Poco tiempo después de este informe, miles de trabajadores cruzaron el hielo y aparecieron en la avenida Nevsky cantando canciones revolucionarias y gritando consignas, pero los soldados dispararon sobre ellos sistemáticamente.
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